Acordándome de Hopper.
Vilnius, Principio de julio.
Camino por el famoso barrio de Uzupis. No lo hago con mucho interés. El viaje no ha empezado como esperaba y mi ánimo es bajo.
Tardo en sacar la cámara pero al final, más bien por aburrimiento que por otra cosa, termino por montar el 50mm en el cuerpo de mi Canon. Paseo sin prisa, observando la vida; cómo trabajan en los talleres, como tienden la ropa, como cocinan en el interior de las casas… poco a poco voy entrando en el pulso del barrio y empiezo a ver fotos.
Las calles y los edificios no son nada especiales, los de un barrio cualquiera de un pueblo cualquiera, pero las pinceladas de arte que te encuentras en sus calles y un ambiente bohemio y tranquilo hace que la atmósfera tenga un aire especial.
Me encuentro en la plaza principal, justo sentado en la base del monumento del Ángel, símbolo del barrio. El sol, ausente durante todo el paseo aparece y nos regala un poco de contraste, bañando la fachada que tengo delante con una preciosa luz. Observó a un hombre en la puerta de un bar. Está fumando en la misma puerta y la fachada enmarca un bonito encuadre, pero el hombre no está en buena posición. Espero… El hombre termina de fumar… Espero… Coge el teléfono y se dirige a una pequeña mesa situada a la entrada. Ya lo tengo en buena posición, pero falta algo…espero… El hombre se relaja, cruza las piernas y mágicamente da media vuelta y se encara al sol. Lo tengo.
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